Un famoso locutor de radio tiene un exitoso programa nocturno en el que habla y aconseja a multitud de personas desde las ondas de su emisora. Vive instalado en el lujo y la fama, pero de la noche a la mañana, tras una terrible experiencia con un oyente, se abandona hasta convertirse en un vagabundo. Entonces conocerá otra gente y otra forma de vivir, personas que conviven -y sobreviven- en la misma ciudad que habitan millones de ciudadanos normales. El singular Terry Gilliam contaba con todos los ingredientes para realizar una interesantísima película sobre la búsqueda del amor, de la cordura... y del Santo Grial. A saber: la Columbia se arriesgaba con una historia nada complaciente, el prestigioso guionista LaGravenense insertaba un curioso componente fantástico -que la podría distinguir sobre los numerosos dramas que cuentan tragedias parecidas-, por fin Robin Williams se podía desatar sin que deseáramos taparle la boca, y la presencia y talento de Jeff Bridges avalarían una interpretación sobre la que cargar el peso de la película. Pero entonces llegaron los excesos y pedanterías del director -algo a lo que nos tiene acostumbrados-, y el moderno relato de pérdidas y soledades no alcanzó al espectador con la fuerza con la que, cualquier otro director más comedido, podría habernos impactado. Sin duda un film norteamericano diferente, pero muy desaprovechado.
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Post a CommentUn famoso locutor de radio tiene un exitoso programa nocturno en el que habla y aconseja a multitud de personas desde las ondas de su emisora. Vive instalado en el lujo y la fama, pero de la noche a la mañana, tras una terrible experiencia con un oyente, se abandona hasta convertirse en un vagabundo. Entonces conocerá otra gente y otra forma de vivir, personas que conviven -y sobreviven- en la misma ciudad que habitan millones de ciudadanos normales. El singular Terry Gilliam contaba con todos los ingredientes para realizar una interesantísima película sobre la búsqueda del amor, de la cordura... y del Santo Grial. A saber: la Columbia se arriesgaba con una historia nada complaciente, el prestigioso guionista LaGravenense insertaba un curioso componente fantástico -que la podría distinguir sobre los numerosos dramas que cuentan tragedias parecidas-, por fin Robin Williams se podía desatar sin que deseáramos taparle la boca, y la presencia y talento de Jeff Bridges avalarían una interpretación sobre la que cargar el peso de la película. Pero entonces llegaron los excesos y pedanterías del director -algo a lo que nos tiene acostumbrados-, y el moderno relato de pérdidas y soledades no alcanzó al espectador con la fuerza con la que, cualquier otro director más comedido, podría habernos impactado. Sin duda un film norteamericano diferente, pero muy desaprovechado.